Te casaste más enamorada que doña Florinda del profesor Jirafales. Viviste tus primeros días/meses de casada como si flotaras en las nubes y progresivamente te diste cuenta de que la caída en el concreto (de la separación) estaba próxima, muy próxima, hasta que llegó el aterrizaje forzoso sin paracaídas. Y te provocaste una lesión que aún no termina de sanar (porque aún no has dejado de amar a tu cónyuge y autor de tus penas amorosas).
Suena a combinación de cuento de hadas con película de terror, pero esa metafórica descripción responde al sentimiento general femenino luego del rompimiento de su relación de pareja, más aún si se trata de un matrimonio, en el que la consigna -por lo menos, católica- es amarse toda la vida estando en las buenas y en las malas. ¿Pero la verdad es así?
No es por buscar culpables ni mucho menos atribuirnos toda la responsabilidad del fracaso (cada miembro de la pareja lo es, aproximadamente, es un 50%). Pero luego de haber llorado, gritado y expresar las primeras y más dolorosas muestras del «duelo» -que proseguirá por un tiempo más, dependiendo de cada una y el grado de apego que tenga a su respectivo susodicho- es preciso tomarnos un «Tiempo 3M»: para mí, solo para mí y solo para mí.
En el gran sentimiento que nos todavía une al ser amado está implicado el hecho de disfrutar su compañía. Por ello al terminar su relación muchos hombres y mujeres en mayor o menor proporción buscan desesperadamente salir con alguien para llenar ese vacío dejado por la soledad y, de paso, darle un poco de celos a la otra persona.
Puede que esta «estrategia de olvido» funcione en un primer momento. Sin embargo, los resultados suelen ser desastrosos cuando después de haber amado tanto a nuestro «ex» nos damos cuenta de que la nueva «pareja» no puede llenar el vacío dejado por él y/o solo se está aprovechando de nuestro estado para satisfacer deseos más físicos que afectivos.
Dado que nos encontramos muy susceptibles por el término reciente de nuestro noviazgo/matrimonio, lo más aconsejable es acudir a un psicoterapeuta que nos ayude a autoanalizarnos y que nos oriente a cómo superar de la mejor manera nuestra etapa de duelo.
Así mismo, como estamos tan sensibles a lo que tiene que ver con nuestra anterior relación, es preferible no dejarnos llevar por consejos de quienes en su afán de protegernos nos pueden hacer cometer el peor error de nuestras vidas solo por una predisposición negativa al que, supuestamente, nos ha hecho mucho daño. Recuerden que nadie sabe lo de nadie y que quizá no es una situación irreversible, aunque hay que estar preparadas para todo.
Imágenes: Psicoterapia en Red, Reflexiones Diarias.
Etiquetas : amor, pareja, separacion
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